Andrés Calamaro, 25 años de la honestidad más brutal

DATOS DEL CONCIERTO

Artista: Andrés Calamaro

Festival: Guitar BCN

Promotora: The Project

Fecha: 21 de junio de 2024

Lugar: Poble Espanyol

Fotografías: Ramón Hortoneda  | Crónica: Yolanda Llopis

 

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Andrés Calamaro, 25 años de su honestidad más brutal

 

Solsticio de verano y concierto en la plaza del Poble Espanyol de Barcelona es aquel binomio perfecto con el que sueñas dar la bienvenida a las noches más cortas del año, noches de música preludio de días cálidos y felices.

Noches en las que todo sabe mejor, a ritmo de brisa o de abanico, de cerveza fría o de mojito ocasional, enfilando el camino a la montaña mágica de Barcelona.

La motivación, si cabe, es mayor al saber que hoy, nos aguarda Andrés Calamaro.

Y es que el GuitarBcn nos trae de vuelta al argentino, un año exacto después de su paso por el Liceu, y para celebrar, en esta ocasión, uno de los mejores discos del pop-rock nacional, “Honestidad Brutal”.

Un doble álbum de 37 canciones. Como reza uno de los temas de este álbum que tan bien ha envejecido, “canciones de amor perdido, pero canciones no más, canciones que confiesa todo, pero canciones para mí y los demás”.

En el Poble Espanyol suenan 16 de ellas, legado de una de las etapas de mayor incontinencia creativa del comandante de tu parte de adelante. Las adereza, sobre todo en la parte final, con algún que otro de los tantos himnos que nunca pueden faltar en sus directos, como “Flaca”, “Alta suciedad” o mi imprescindible “Crímenes perfectos”.

Igual que hace un año, este idolatrado artesano de canciones se mantiene contenido en sus palabras, y elegante en sus muestras de agradecimiento a la legión de devotos que aprovecha cada segundo para corear su nombre. Pañuelo atado bajo la gorra, gafas oscuras de aviador, esas gafas ya tan Calamaro que se irá poniendo y quitando a lo largo del show, y actitud de concentración.

Así pues, entrada sin más (ni menos) preámbulo que las notas de “No va más” y una primera exhibición de guitarras, teclados y ritmos de blues que enlaza, sin pausa ni respiro con “Para qué”, “Eclipsado”, “Cuando te conocí”, “Una bomba”… Una, dos, tres, cuatro… pum, pum, pum…Parece que la misma incontinencia con la que salieron estas canciones en aquellos lejanos días en vela y noches sin dormir se apodera del músico en el escenario del Poble Espanyol.

Sus palabras siguen parapetadas tras el teclado. Mira a la audiencia sin apenas levantar la cabeza y, aunque parece que va hablar, quien realmente hablan son “Las heridas”A las heridas, mejor dejarlas sangrar… a las heridas, mejor dejarlas ahí…”

“El día de la mujer mundial” es un hit, y le va como anillo al dedo a Calamaro para mostrar las huellas de Dylan y jugar a distorsionar la melodía. “… Soy grande, pero tengo algo que aprender, es el día mundial de la mujer”.

“Honestidad Brutal” nació de una etapa de crisis personal de Calamaro en la que la libertad creativa parecía no tener límites ni horas. Una etapa sin reloj que paute los excesos. Una etapa sin horas ni sueño. El doble álbum, apenas una selección de todo lo que se produjo durante esos días, muestra expansión creativa en la variedad de estilos, pero es un ejercicio de transparencia emocional en sus letras, que no pueden ser más explícitas. Y las horas y el tiempo son una constante.

Sirva el preludio -de esta cronista, porque el autor sigue en silencio a estas alturas del concierto-, para presentar “Son las 9”, y “Los aviones”.Porque quiero dormir y soñar en ella, mientras por afuera pasan los aviones…”  Y mientras Calamaro entona melancólico esta balada insignia del álbum, levanto los ojos para mirar ese atardecer rojizo en Barcelona y si, cruzando el cielo, justo en ese momento, pasan dos aviones.

El público insiste coreando con entusiasmo «Andrés, Andrés…», y fuerza un saludo del artista con el brazo, que acaba tornándose razonablemente efusivo.

Es momento para “No tan Buenos Aires”, esa particular oda a la ciudad de la pelota. Ese “apocalipsis now total, el lado invisible del sueño flexible de la Argentina mundial”, que tan bien enlaza, como si de un medley se tratara, con “Clonazepan y circo”. El Calamaro contradictoriamente crítico de “Alta suciedad” asoma en esta parte del repertorio.

Tras “All you need” y con una hora de concierto a las espaldas, Calamaro se dirige por fin al público para contar que siempre es un compromiso y un privilegio tocar en Barcelona. Bromea al decir que tras 30 años pisando escenarios en la ciudad, tal vez solo les falta haber pasado por el “Bagdad”, probablemente porque nunca han preparado un show erótico de su categoría. En el discurso aprovecha para dar ánimo a los pericos, que ese fin de semana se juegan el ascenso a 1ª, ascenso, por cierto, finalmente conseguido. Calamaro y fútbol, suele ser un binomio presente en los conciertos.

Avanza la noche con “Más duele” y la presentación de los miembros de la tripulación: Brian Figueroa a la guitarra, Mariano Domínguez al bajo, Andrés Litwin a la batería, Germán Wiedemer al piano y al órgano y el gran Julián Kanevsky a la guitarra.

Tras el dolor, el amor que permanece con tintes festivos y esa declaración sincera que es «Te quiero».

La noche ha ido subiendo de temperatura, y Andrés, ahora que ya se ha empezado a soltar, nos habla de «Honestidad Brutal», del disco, y de lo apreciado que también fue en Barcelona. Dedica el concierto a un cumpleañero y mítico Jaime de Urrutia y, tras el momento efeméride, un dato con sabor a reproche: el disco fue su primera y única  portada en Rockdelux.

Tras “Voy a dormir”, una fantasía, y así es como la presenta el mismo artista. “Victoria y Soledad”, o el simbolismo entre el amor y la pérdida cantada a ritmos de uiuiuiuiiii, aiaiaiaiii y cierta melancolía festiva.

En este punto del concierto nos despedimos momentáneamente de Honestidad Brutal para dar paso al Calamaro de “Bohemio” con quizás la canción con más recorrido de este álbum de 2013: “Cuando no estás”.

El paréntesis del repertorio nos hace retroceder también a los años de  “El Salmón”, donde culminó esa verborrea creativa con 5 discos tan alucinantes como a veces indigestos. En el CD 1 encontramos uno de los temas que mejor se trasladan a los directos de Calamaro, ese “Tuyo siempre” tabernero y con ritmos de reggae que bien podría estar en cualquier álbum de “Los Rodríguez” (por cierto, totalmente ausentes durante la noche) y que Andrés nos regala a golpe de maracas.

Los teclados dan paso a los lololos. Llega “Flaca”, y esta canción, lo sabe el artista, es enteramente de la gente. Hace años que lo es.

El remate, previo a los bises, es nuevamente para uno de los temazos de “Honestidad Brutal”. “Paloma” es de aquellas canciones que te llevan a corear-cantar-gritar como si no hubiera mañana y todos exorcizáramos nuestros males consolándola: “No te preocupes Paloma, no hay pájaros en el nido, dos ilusiones se irán a volar, pero otras dos han venido”.

Sin gafas, mirando al público y brindándole agradecimiento, Calamaro se retira del escenario seguido por los músicos que desfilan uno a uno casi en militar o al menos coreografiada formación.

Apenas un minuto después reaparecen para cantarle a la moneda que siempre cae por el lado de la soledad. “Crímenes perfectos” es sencillamente un tema redondo, un buque insignia, una canción que te toca, seas o no de la quinta que vio el mundial del 78.

El rock de “Alta suciedad” siempre es un momento de lucimiento para las guitarras, tras el cual llega, ahora sí, la despedida definitiva con el salmón y uno de sus temas “Días distintos”. Quizás una canción inédita como final de un concierto, pero la verdad es que funciona bien y lo deja en lo más alto.

Mientras los músicos vuelven a despedirse, en el centro del escenario redobles de pasodoble torero enmarcan el saludo final del maestro, entre muletazos de americana y saludos de rancio abolengo que no son correspondidos con lo oles que pretenden, y que dejan un poco frío al público.

Tal vez porque esperábamos algún otro tema para el final, tal vez porque la devoción que Calamaro profesa al toro, difícilmente va a ser bien recibida en esta plaza.

Tal vez porque la hora y 45 minutos de concierto nos han sabido a poco. Tal vez porque hubiéramos disfrutado del repertorio completo de “Honestidad Brutal” (como si 16 de 37 temas no fueran suficiente representación).

Tal vez porque somos el público de Calamaro y gozamos también de inspirada incontinencia como fans, y venimos siempre predispuestos a revivir cualquier legendaria maratón de canciones de principio a fin. Canciones de brutal honestidad, pero canciones no más. Hasta la próxima, maestro. Y olé!

 

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